martes, 7 de junio de 2011

Una anticipación en tarjeta postal de como vivimos nosotros ahora mismo

Un cartero en su trabajo cotidiano en el año 2000, según Coté 

Existe un género literario que narra los acontecimientos en el futuro, un momento que imaginado frente a la rutinaria experiencia cotidiana siempre resulta sorprendente. Hoy lo conocemos con el nombre de ciencia-ficción, un término inventado a finales del XIX para evocar que el futuro, aunque fuera  inventado, tenía su base en el positivismo científico. Antes de la ciencia ficción existió otro género vinculado, la literatura utópica que extrapolaba en el futuro los problemas del presente. Quien más quien menos ha oido hablar de Tomas Moró y su libro sobre una isla idílica llamada "Utopía" que fue publicado en 1516.
En 1900, todo el mundo vivía la euforía del nuevo siglo, supongo que como nosotros hemos vivido el cambio de milenio en el año 2000 , aunque en nuestro caso todo fue un poco menos estimulante y un poco más catastrofista, pues nos asustaron con que los ordenadores podían apagarse por un error de programación en el calendario. Lo que afortunadamente resultó un fiasco aunque facilitó una intensa venta de nuevos ordenadores. En el año 1900 se pensaba sin ninguna duda que la tecnología iba a cambiar la faz del mundo y toda la vida cotidiana (como así ocurrió en realidad). Entonces las sociedades vivían la ilusión optimista del progreso que se resumía en algo así como "el futuro siempre será mejor que el presente". A diferencia de este momento, en el que el discurso pesimista se ha instalado en la mentalidad social y se piensa que "el futuro va a ser irremediablemente peor que el presente". Autores como Ernesto Sábato nos enseñaron de forma magistral cuando y porqué el optimismo del mundo moderno se truncó en pesimismo.
Un matrimonio del siglo XXI escucha las ultimas noticias en el fonógrafo
Volvamos a 1900. Ante los estimulantes sueños de lo que sería el nuevo siglo que acababa de estrenarse, un fabricante de chocolates le pidió a un renombrado dibujante francés, Jean Marc Coté, que hiciera una serie de ilustraciones para pasar a tarjeta postal de como sería la vida, no la de comienzos del siglo XX, que eso todos la conocían y no llamaba la atención, sinó la del siglo XXI, la del año 2000, en la que sin ninguna duda todas las novedades tecnológicas que estaban apareciendo entonces como los vehículos a motor de explosión, la posibilidad de grabar el sonido con el fonógrafo o de hablar a distancia con el teléfono y la creciente maquinización de la vida cotidiana, auguraban que el siglo XXI iba a ser un siglo extraordinariamente diferente.
Coté se puso a la tarea y reflejo en una colección de postales una visión imaginada del siglo XXI. Es decir de como viviríamos hoy nosotros. Se trata de unas deliciosas imágenes que en su día divulgó uno de los padres de la ciencia ficción contemporánea, Isac Asimov, y que muestran diferentes aspectos de un día a día en el que las personas visten a la moda de 1900, las máquinas que manejan son muy extrañas, pero todo ha cambiado respecto a lo que era habitual en aquellos momentos. El cartero entregaría en el año 2000 las cartas volando, el médico atacaría a las bacterias y los microbios a través de su proyección en un pantalla, una tosca intuición de la virtualidad, uno de los verdaderos hallazgos tecnológicos de nuestro tiempo gracias a la digitalidad de la información, algo que en aquel momento ni se imaginaba porla ciencia,  mientras un matrimonio de buena posición escucharía en nuestro tiempo las noticias a traves de los medios de comunicación más modernos, es decir, valiéndose de  las grabaciones en cilindros de cera del fonógrafo de Edison.
La ciencia combate a los microbios con métodos "virtuales" en el año 2000

Lo cierto es que todas las visiones literarias o gráficas del futuro no hacen sino reflejar con todo el artificio que se quiera, los sueños y esperanzas del presente en que se fabrica la ilusión, esto ha sido siempre así, y hoy esbozamos una sonrisa ante la ingenuidad de estas hermosas postales que hicieron soñar a los que estrenaban el siglo XX con un futuro que, como ahora sabemos muy bien, ocurrió de otro modo. Ya lo dijó el científico François Aragó en 1839 cuando se inventó la fotografía y se le suponían usos que luego no tuvieron lugar: "Ante todo, debemos estar siempre atentos a lo imprevisto".


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